Sinceanos de Nacimiento
domingo, 3 de noviembre de 2024
EVARISTO ACOSTA: “Aquí está quien fue
Evaristo era un historiador y maestro de todas las generaciones, un hombre cuya sabiduría trascendía el tiempo y se deslizaba de boca en boca, de abuelos a nietos, como una herencia viva. Para cada generación, él tenía una lección distinta, un fragmento de conocimiento adaptado al alma de su época. Aunque su apariencia envejecía con el pasar de los años, su espíritu parecía eterno, una constante en la memoria colectiva de aquellos que lo conocían, como si en realidad no perteneciera a un tiempo específico, sino a todos los tiempos.
Si, era el susurro inmortal del tiempo, esa semilla de sabiduría que florecía en cada generación de la tierra que lo parió.
Nació un 25 de octubre de 1939, cuando la madrugada aún estaba bordada de estrellas y el aire traía un olor a tierra mojada y madera quemada. Su madre, María Cristina, sintió las primeras contracciones al alba, mientras el gallo cantaba en la distancia, anunciando no solo un nuevo día, sino también la llegada de una nueva vida en esta tierra donde el sol parece salir siempre con más fuerza, como si el calor estuviera amasado en las entrañas de la tierra.
El vino al mundo entre susurros y plegarias, rodeado por la comadrona y las vecinas que murmuraban que los nacidos en octubre traen consigo la resistencia del árbol de ceiba y la nobleza de la yuca que alimenta.
Así comenzó la historia de Evaristo José Acosta Huertas en esta tierra donde el suero y el queso no solo se comen, sino que se heredan como el más puro linaje, entrelazados con el sabor de los amaneceres y el eco de generaciones remotas.
Para el, la soltería no era una circunstancia; era una postura. Cada paso que daba estaba marcado por una libertad radical, esa que no pide permiso y que encuentra en la soledad una forma de plenitud.
En una entrevista concedida a Luis Guillermo Castillo, confesó con una evidencia indescifrable: “Por desesperado nunca conseguí mujer para vivir, porque cuando lo aplazaban para darle la respuesta a la que enamoraba respondía: Evítate un dolor de cabeza o un derrame pensando lo dicho se lo llevo el viento”.
"En su oficina médica cultivaba salud para el alma", una expresión poderosa que describe un espacio donde la práctica de la palabra va más allá de tratar dolencias físicas.
En ese consultorio, se valoraba el tiempo, la palabra tenía un poder único, casi medicinal, y la conexión genuina era fantástica; convencido como ninguno, que la salud no solo depende de medicamentos y tratamientos, sino también de la fortaleza emocional, la paz mental y el equilibrio espiritual. Era algo así como un refugio de empatía, escucha y comprensión.
Fue un custodio de tiempos idos y preservaba el pasado con todo su laberinto, honrando no solo los hechos visibles y documentados, sino también las voces silenciadas, las emociones y los matices que componen el tejido completo de la experiencia humana.
Sus cuadernillos y manuscritos, desperdigados en un par de baúles de madera envejecida, poseían un valor incalculable, no solo por las palabras que contenían, sino por el alma que latía en cada trazo de grafito de su interminable lápiz. Más que títulos, aquellos cuadernillos eran como ventanas abiertas a su alma, a su manera de comprender el mundo y a su capacidad de ver lo extraordinario en lo cotidiano.
En su pequeña biblioteca, las generaciones venían a consultarlo, atraídas por una fuerza inexplicable, casi magnética. Los más jóvenes sintieron en él una autoridad que no necesitaba alzar la voz; los ancianos, un eco familiar, como si él fuera la voz de sus propios ancestros. Al hablar, su voz se volvió un río de historias que nadie quería interrumpir, pues sus palabras parecían tejer hilos invisibles que conectaban los sueños y esperanzas de cada oyente. Cada anécdota suya era una semilla, un germen de conocimiento que se asentaba en la mente de sus estudiantes para florecer en momentos de necesidad.
Con Evaristo se fue el ruido de la historia de Sincé, se llevó consigo los relatos de hace tiempo, las leyendas hiladas en noches de luna llena y los secretos de una tierra que parecía hablar a través de sus manos. San Luis siente la ausencia de esas manos que lo contaban todo sin decir mucho, como si en su adiós se hubiera apagado un lenguaje silencioso que solo él sabía interpretar.
En el frontispicio de su tumba, ahí, donde la piedra y el tiempo se encuentran, quedó tallado sin duda el epitafio que él mismo vislumbró: “Aquí está quien fue, y es lo que es”. Nada más. Crudo y esencial. Ni una fecha que lo ate, ni un adorno que lo emperifolle. Solo esas palabras afiladas como navaja, sin concesiones ni ornamentos, sosteniendo el peso de su vida en una frase que no necesita explicar más.
Jesús Heriberto Navarro S.
domingo, 8 de septiembre de 2024
Virgen del Perpetuo Socorro, Sincé te invoca siempre
En un septiembre indómito, cuando el siglo XIX aún balbuceaba sus primeros años, Sincé se encontraba en el umbral de la desdicha. Una horda de facinerosos, como sombras errantes en busca de caos, se aproximaba con la voracidad de un temporal. Pero la comunidad, que había tejido sus sueños y esperanzas en un tapiz de fe, decidió encomendarse a la protección de la Virgen María, cuya presencia era tan antigua como el propio corazón del pueblo.
Era el aniversario del nacimiento de la Virgen, un día en el que el cielo parecía tener más estrellas de lo habitual, como si la misma María desplegara un manto de luz sobre el mundo. La noche anterior, un halo de esperanza se deslizó en los corazones de los habitantes de Sincé, que hicieron promesas a la Virgen con fervor y devoción. La presencia de María, como un susurro divino, se sintió en el aire, tan tangible como la brisa suave que acariciaba los campos.
La leyenda cuenta que en aquella mañana de septiembre, cuando los facinerosos estaban a punto de lanzar el asalto, algo extraordinario sucedió. Los colores del amanecer se fundieron en un espectáculo surrealista, pintando el cielo con tonos nunca antes vistos. Nubes de un rojo intenso y dorado surgieron como pinceladas de un artista celestial, creando una visión tan poderosa que la horda, deslumbrada y confundida, se detuvo en seco.
Se dice que los forajidos comenzaron a ver en el horizonte figuras etéreas, rodeadas por un aura de luz que parecía imitar las formas de ángeles y vírgenes. Los colores se volvieron tan vivos que la realidad y la fantasía se confundieron en un hechizo colectivo. Los hombres, perplejos y aterrorizados, comenzaron a abandonar sus armas, abandonando la invasión con una prisa inusitada, como si fueran fantasmas espantados por una aparición sagrada.
Desde entonces, el suceso fue conocido como la Leyenda de Los Colorados, un relato que mezcla lo inexplicable con lo sublime. Los colores del amanecer de ese día quedaron grabados en la memoria del pueblo, y la devoción a la Virgen María se convirtió en una tradición tan vivida y palpable como la misma vida en Sincé. Cada septiembre, al conmemorar su nacimiento, los habitantes siguen agradeciendo a la Virgen por el milagro de aquella mañana, cuando la fe transformó la realidad en un lienzo de esperanza y milagro.
Natividad de María 2024 Sincé
Hoy celebramos con alegría la Natividad de la Santísima Virgen María, un día de gran significado y devoción para nuestra fe. Recordamos con gozo y reverencia su intercesión maternal, confiando en su auxilio constante. Que su pureza y su papel único en la historia de la salvación nos inspiren siempre a vivir con fe renovada y corazón abierto a la gracia de Dios.
miércoles, 4 de septiembre de 2024
MAZAMORREROS
El viento de Sincé arrastra susurros de otros tiempos, donde la mazamorra no era solo un desayuno, sino un ritual que teñía las mañanas de un amarillo cremoso y dulce. Cuentan los abuelos que la mazamorra, mezcla de leche, maíz y panela, era más que una bebida: era un conjuro cotidiano que amansaba el sol y despertaba la vida. Por eso, los sinceanos fueron bautizados como “mazamorreros”, hijos de ese brebaje espeso que endulzaba sus días.
En aquel Sincé de antaño, medir el tiempo era cosa de otros mundos, y los relojes eran meros adornos olvidados en las paredes de bahareque. La vida no se regía por minutos ni horas; se deslizaba suave, como la mazamorra en los labios, dividida entre el antes y el después de cada sorbo. Era una tierra donde los días no se contaban, se saboreaban, y cada amanecer traía consigo el eco del primer maíz molido, un preludio a la danza perpetua de lo simple y lo eterno.
jueves, 29 de agosto de 2024
Ecos del Pasado: La Rebelión Ancestral de la Corraleja
Las corralejas, rebeldes y centenarias, son antorchas vivas que desafían al tiempo con una danza de fuego y tierra, encendiendo las sabanas con un ardor que nunca muere. En pleno siglo XXI, se alzan como colosos ancestrales, guardianes de un grito que resuena desde lo más profundo de la tierra, un eco indomable que atraviesa los siglos y se atreve a desafiar al viento del cambio. Allí, donde el polvo se arremolina como espíritus inquietos, las corralejas se despliegan con un fulgor vibrante, negándose a ser arrastradas por la marea del olvido, abrazando la modernidad como un viejo conocido al que no le temen. En cada vuelta del toro y cada chasquido del lazo, retan a la corriente del tiempo, danzando al filo de lo eterno, donde los mitos y la realidad se entrelazan bajo un sol implacable.
domingo, 3 de diciembre de 2023
GABRIEL ELIGIO GARCÍA MARTINEZ EL TELEGRAFISTA
Jesús Heriberto Navarro S
“Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace.” - Juan Rulfo,
Pedro Páramo
En el primer día de diciembre de la alborada del siglo 20, el sol se levantó en el horizonte y comenzó a elevarse lentamente hacia el cielo. Brillaba con la intensidad de adviento, envuelto en aura dorada que iluminaba todo lo que tocaba, presagiando la exclusiva de que uno de los mejores momentos para la literatura universal se avecinaba en el concierto de las letras, el amarillo asombroso de los racimos de flores amarillas revelaban un inusual toque de color y alegría, Era como si el mundo entero se llenara de magia y misterio. Mientras tanto en la humilde casa de Argemira García ubicada en la esquina noroccidental de la Placita de la Cruz del entonces poblado de San Luis de Sincé, nacía Gabriel Eligio García Martínez, el Telegrafista.
La casa de boñiga y caña amarga de Argemira, era una construcción modesta, cuyo techo estaba cubierto de cerosas hojas de palma. Parecía una casa normal a simple vista, pero al acercarse a ella se notaban los detalles mágicos que la hacían única. Ese primer día de diciembre, los árboles se inclinaban a escuchar el llanto estridente del niño que limpiaba sus pulmones de los fluidos, justo en el momento en que Josefa Castro cortara el cordón umbilical con unas tijeras doradas que resplandecían bajo la luz de la luna. Los vecinos acompañaron con alborozo la noticia del nacimiento, con la certidumbre poderosa y evocadora que perpetúa la importancia de la naturaleza y su capacidad para sanar y consolar.
Josefa concluyo aquel momento traumático con una premonitoria revelación: “Argemira este va a tener un nombre que nadie lo tendrá. Y de tus hijos va a haber algunos famosos”. Una sospecha que tardó sesenta y seis años en cumplirse, el horizonte literario la confirmó en Cien años de Soledad.
Gabriel Eligio García Martínez, hijo de Gabriel Martínez Garrido, a quien, como al poeta cartagenero Luis Carlos López, le conocieran como “El Tuerto”, nacido por allá por los años (1872-19) , predestinado para la pedagogía a domicilio. La educación a domicilio era una práctica estupenda y transformadora que podía cambiar la vida de los estudiantes para siempre.
Hombre de gran elegancia y distinción, la pulcritud del protocolario liquiliqui, un traje hecho a medida de tela de algodón blanco, de cuello redondo, ataviado con botones de oro; practicaba la enseñanza a caballo y puerta a puerta, en uno de tres equinos que tenía para el oficio, los cuales pastaban en la restringida huerta de su propiedad, llena de contrastes prodigioso, con forraje encantado, donde los árboles frutales corpulentos y frutas de colores vibrantes; dispuesta en la franja fértil de “La Loma Grande”. Sus sellos místicos y la exaltación mental de sus huracanadas pasiones, hicieron que este hombre, con la precisión de un matemático, trazara una manga divisoria sin inquietarle desaprovechar tierras de su propiedad e incurriendo en costos redundantes, solo para satisfacer su presunción y no ser “vecino de su vecino”, con el cual no tenía buenas relaciones personales .
Quienes lo conocieron y trataron se asombraron de su memoria perfecta, ya que podía grabar todo lo que veía y oía con una sola lectura. Esto le valió ser reconocido como un excelente pedagogo. Martínez Garrido, también se desempeñó como Registrador del Circuito de Sincé por los “años de la indiferencia”, es decir, durante los primeros años de la década del siglo pasado, Pero renunció porque no se sentía capaz de ajustarse a los horarios establecidos y a un ambiente laboral opresivo, o esa cultura restrictiva.
La madre de Gabriel Eligio, Argemira García Paternina (1887-1950) bisnieta del español Pedro García Gordón , había nacido en San Juan Bautista de Caimito, hoy departamento de Sucre, hija de Aminadab García Gordon y una dama de Sincelejo, María de los Ángeles Paternina Bustamante. Tal vez, por confabulación de los azares de la vida, los bisabuelos de las líneas paternas y maternas son españoles. La familia de “Gime” o Argemira, se había traslado de las Aguas encantadas del San Jorge a las sabanas de Sincé, muy seguramente, huyendo de la persecución de la cual habían sido víctima por los despojos de tierra imperante en el San Jorge a finales del siglo XIX .
Conocida la presencia en Sincé de la nueva habitante, una joven bonita, elegante, esbelta y de estatura espigada, empezó a ser asechada por varios pretendientes; la partida la ganó Gabriel Martínez Garrido, quien a pesar de ser ya un hombre de 26 años y casado, y ella de trece, obtiene precipitosamente el permiso para dar clases gratuitas y a domicilio a la joven recién llegada.
Imaginemos por un instante a un maestro de pedagogía a domicilio que llega a la casa de una bella estudiante de 15 años, al entrar en la casa, el maestro siente esa energía especial que lo envuelve, como si el lugar estuviera lleno de sortilegio y enigma. Donde las paredes parecen respirar, y los muebles aconsejan como si cobraran vida propia.
“…Desde la primera noche de luna, ambos se hicieron trizas los corazones con un amor de principiantes feroces.”
A lo mejor por aquello de las cosas del corazón, o de las maravillas del destino, Argemira, o Gime para la vecindad, fue seducida y embarazada sin ningún resentimiento, quién sabe si por la posición incondicional de Gabriel Martínez Garrido, descendiente de una familia prestante del pueblo, o por estar predestinados para que de esa relación irrebatible naciera Gabriel Eligio García Martínez, signado a su vez para procrear a uno de los superiores exponentes de la literatura de habla hispana, el ciudadano universal, Gabriel García Márquez.
De Argemira García Paternina, se puede decir que era una mujer luchadora, la sociedad no la repudió porque tuviera siete hijos con cuatro hombres diferentes, porque desde su primera indiscreción de bisoña y ese mundo de ensueño vivido, nace su primer hijo: Gabriel Eligio. La Niña Gime con franqueza y sin tapujos, siempre abrigó la cándida esperanza, de que el próximo hombre que la pretendiera se quedaría a su lado para siempre; como lo definiera su nieto en el Amor en los Tiempos del Cólera: “…No sintió la conmoción del amor sino el abismo del desencanto”.
Así nacieron después de Gabriel Eligio, Luis Enrique, hijo de Luis Alfredo Olivero; Benita, Gabriel Julio y Ena con Santos Bejarano, y Eliecer Carmelo y Adán Reinaldo con Adán Núñez. Para la familia, mamá Gime, y, para el resto de la sociedad la Niña Gime. “Niña”, apelativo que en el caribe de entonces estaba reservado a mujeres “consideradas”. Manifiestamente está errado el historiador Gerald Martín, uno de los ilustres biógrafo de Gabo, pues a su juicio la niña Gime encaja en el personaje de Pilar Ternera.
Gabo se expresa así de su abuela Gime:
“(…) a medida que crecíamos la mamá Gime seguía pareciéndome más simpática y deslenguada. Tenía una bella nariz romana y era digna y pálida y más distinguida que nunca por la moda del año: vestido de seda color marfil con el talle en la cadera, collar de perlas de varias vueltas, zapatos de trabillas y tacón alto, y su sombrero de paja con forma de campana.”
Las dificultades económicas no fueron pocas, A Gime le toco la tarea fantástica y transformadora de administrar las monedas para compensar las apremiantes necesidades de sus hijos, como a Aureliano Segundo y a Petra Cotes después del diluvio, “…le tocó celebrar misas de pobreza durante muchos de los años de su vida” .
Ello fue una aventura emocionante y llena de sorpresas. Madre, e hijos trabajan juntos para crear un futuro financiero sólido y seguro, y aprender a valorar la jerarquía de la responsabilidad y la independencia.
Permítanme entonces hacer una digresión, recurriendo al texto preciso, que Gabo solazara en su obra:
(…) a veces los sorprendían los primeros gallos haciendo y deshaciendo montoncitos de monedas, quitando un poco de aquí para ponerlos allá, de modo que esto alcanzara para contentar a Fernanda (la reina), y aquello para los zapatos de Amaranta Ursula, y esto otro para Santa Sofía de la Piedad que no se estrenaba un traje desde los tiempos del ruido, y esto para mandar hacer el cajón si se moría Ursula, y esto para café que subía el centavo por libra cada tres meses, y esto para el azúcar que cada vez endulzaba menos, y esto para la leña que estaba mojada por el diluvio, y esto otro para el papel y la cinta de colores de los billetes, y aquello que sobraba para ir amortizando el valor de la ternera de abril, de la cual milagrosamente salvaron el cuero, porque le dio carbunco sintomático cuando estaban vendidos casi todos los números de la rifa. “ERAN TAN PURAS AQUELLAS MISAS DE POBREZA".
Como era propio de la época, por no ser hijo del matrimonio, Gabriel Eligio García Martínez tomó el apellido materno, igual como le sucedió a su padre Gabriel Martínez Garrido, que a su vez era hijo de quien deberíamos llamar “El reproductor de las sabanas, o semental criollo”, don Leandro Garrido Piñeres, de origen Momposino, quien a mediados del siglo XIX llegó a Sincé, donde se establece mientras su hermano el Padre Gabriel Antonio Garrido , atendía las feligresías en los templos de San Pedro, Buenavista, Galeras, San Benito y el reguardo de Jegua. A propósito de ese resguardo, el padre Garrido entra en desavenencias con Felipe Tercero de la Ossa Vázquez, el cuarto de la dinastía de los de la Ossa, quien reclamaba tierras a la fuerza, y a él lo acusa de estar sustrayendo los ornamento del templo que ya estaba en profunda decadencia.
Por eso, solicita a sus superiores el traslado definitivo a Sincé, donde se establece desde 1885 hasta su muerte el 20 de mayo de 1912. Curiosamente, es el nombre Gabriel el cual lleva el ilustre sacerdote hermano de don Leandro, el que comienza a repetirse (Gabriel Martínez Garrido, Gabriel Eligio García, Gabriel García Márquez y muchos Gabrieles hasta hoy), solo que Gabo rompió el hechizo, según cuenta el doctor Elmer De la Ossa, “…no podía honrar la línea que no le hacía gracia y a la cual no estaba ligado emocionalmente”, concluyendo con puntualidad de relojería, aquí se puede aplicar el dicho sabanero que “el manoseo es el que curte”.
Al destacado sacerdote Gabriel Antonio Garrido se le debe la construcción de la monumental y hermosa iglesia de corte neoclásico que es hoy templo parroquial de Sincé. La historia registra que en 1889 la antigua iglesia de techo pajizo se había quemado con sus archivos junto con ochenta casas y el padre encabezó la quijotesca causa de construir una nueva en mampostería y que fuera inaugurada en 1906.
En estas regiones siempre se ha dicho que los curas se hacían acompañar de un hermano o cualquier familiar varón por aquello de que ellos nunca tienen hijos, sino sobrinos .
En esa aventura emocionante, el niño crece, y empieza a descubrir su verdadera vocación, encuentra en la lectura una peripecia fascinante. Los objetos, los personajes y animales cotidianos se convierten en seres fantásticos que cobran vida ante sus ojos. Los animales se comunican entre sí y los árboles susurran secretos al viento. Sus cuentos fabulosos eran una especie de exploración de los misterios de la vida y la muerte, la realidad contra la fantasía, y los límites de su propia existencia.
Su narrativa inverosímil, repleta de creatividad, se caracterizaba por la exageración de los hechos y los escenarios. El hechizo de sus cuentos solía incomodar a los jóvenes de su tiempo, que no entendían aquel estilo especial y fantasioso de referir historias y anécdotas. En el mundo del realismo mágico, la narrativa exagerada es un estilo literario que se caracteriza por la exageración de los hechos y las situaciones, y que a menudo se utiliza como una forma de crítica social o política. En resumen, la narrativa exagerada es un estilo literario que se caracteriza por la exageración de los hechos y las situaciones, y que a menudo se utiliza como una forma de crítica social o política.
Debido a dificultades económicas, Gabriel Eligio abandonó sus estudios de medicina. Para sobrevivir, se vio obligado a aprender los secretos de la comunicación a distancia, utilizando señales intermitentes de señalización eléctrica emitida por el espinoso y poco descifrable Alfabeto Morse. Sin embargo sigue con el vicio pernicioso de ejercer habilidades curativas derivadas de su vocación inicial, lo que finalmente le permite ser reconocido como Médico Homeópata.
Gabriel Eligio heredó los recónditos e íntimos secretos de la transmisión a larga distancia de mensajes cifrados de amor del poeta Pejota Romero, su fina galantería de tenorio macizo, nada menos que de su abuelo Don Leandro Garrido Piñeres, quien fuera un ilustre momposino, dedicado al comercio y la ganadería, consiguiendo amasar una gran riqueza y dando origen a varias familias disgregadas por toda la región de Sabanas y el San Jorge.
Es preciso rematar la curvatura del círculo, Don Leandro al lado de Sotera Martínez, conciben a Gabriel Martínez Garrido. Así las cosas, Don Gabriel debería haber llevado primero el Garrido, al igual que todos los demás parientes, el Garrido era un sombrero pasmoso, capaz de conceder deseos a quien lo usara con sumisión y religiosidad.
Nunca se detuvo a enfrentar la incertidumbre del futuro, pero el instintivo social del entorno, le exigen viajar en una de las tantas migraciones internas que vivió el país los primeros treinta años del siglo pasado, a la zona bananera de la antigua provincia de Padilla, a donde su oficio le generara mejores condiciones de vida; con sus manos habilidosas y su imaginación lujuriante, transmitir las noticias de cualquier destino que llegaran.
Se instaló como radiotelegrafista y boticario, primero Aracataca, pueblo, que echó de ver con fascinación, luego los pueblos de la falda altanera de la Sierra Nevada de Santa marta, donde vivió el drama ensangrentado de la zona bananera con su eterna culpabilidad; hasta avivadamente estacionar en Barranquilla, convirtiéndose en un prestigioso homeópata acreditado por su iniciativa y eficacia.
Era una especie de genio estupendo con dotes de vidente; entendido como ninguno de las diferentes disciplinas del conocimiento, fue médico homeópata autodidacta, violinista, telegrafista, poeta irredento, pero lo mejor que concibió fue sus 15 hijos.
El noviazgo tormentoso con Luisa Santiaga Márquez Iguarán fue de ficción, las cartas que se cruzaban entre ellos reemitían señales misteriosas y contradictorias, era una especie de conexión telepática que les permitía sentir lo que el otro piensa y concibe. García Martínez plasmaba sus sentimientos y reflexiones de una manera creativa y secreta, mediante versos clandestinos a Ana Santiaga, que era una criatura mágica que deslumbraba con su belleza y su gracia, llevando consigo todo el poder de la bondad, por ello todos la pretendían.
Por la idiosincrasia particular del Coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, padre de Luisa Santiaga, Gabriel Eligio era algo así como el resultado siniestro de una conjunción astral y un vaticinio, que tiene una marca y un destino descomunal; las indagaciones del avezado militar, concluían que no solo tenía dos hijas fruto de amores furtivos, como la marca imborrable de ser hijo de una relación de adulterio.
Este romance tan complicado sería la inspiración, seis décadas después, para el libro El amor en los tiempos del cólera. El niño Gabriel José, al que llamaban cariñosamente Gabito desde entonces, se quedó con sus abuelos en Aracataca, mientras sus padres se establecían en Barranquilla, donde Gabriel Eligio se dedicó a la farmacia y a la homeopatía.
Con Luisa Santiaga Márquez Iguarán tuvo 11 hijos, sumando dos antes del matrimonio y dos después. Sabía que el fondo de su espíritu de galán satisfecho, sus sentimientos de adonis reflejaban ¡el perfecto reproductor!
A pesar de su comportamiento sólido de caminante y coquetón apretado, que creía en el amor como un estado de gracia, fue un buen padre que no dispensara de ningún modo, no ver colgado en la pared los títulos académicos de sus hijos. En los espejos de sus sueños quería ver irradiado en sus descendencias lo que el no pudo conseguir por los aprietos económicas.
Gabriel Eligio siguiendo el rastro de mejores oportunidades para su familia, acosada por las penurias económicas y sometidas por el infortunio de los tiempos ignominiosos de Cataca, decide explorar nuevas dimensiones, donde lo imposible se volviera posible, donde lo extraordinario retornara a la lucidez.
Por su espíritu de migrante y su capacidad de encontrar la felicidad en las cosas simples de la vida retorna a la simiente, es decir a la tierra que lo parió. Junto a Luis Enrique y Gabriel José, sus hijos, llegaron a San Luis de Sincé entre el aroma embriagador de la mazamorra que se cocinaba en las hornillas de los traspatios.
Referimos a manera de testimonio fiel, un aparte de VIVIR PARA CONTARLA
(...) "Siempre he relacionado la guerra del Perú con la decadencia de Cataca, pues una vez proclamada la paz mi padre se extravió en un laberinto de incertidumbres que termino por fin con el traslado de la familia a su pueblo natal de Sincé. Para Luis Enrique y yo, que lo acompañamos en su viaje de exploración, fue en realidad una nueva escuela de vida, con una cultura tan diferente de la nuestra que parecían ser de dos planetas distintos. Desde el día siguiente de la llegada nos llevaron a las huertas vecinas y allí aprendimos a montar en burro, a ordeñar vacas, a capar terneros, a armar trampas de codornices, a pescar con anzuelo y a entender por qué los perros se quedaban enganchados con sus hembras. Luis Enrique iba siempre muy por delante de mí en el descubrimiento del mundo que Mina nos mantuvo vedado, y del cual la abuela Argemira nos hablaba en Sincé sin la menor malicia. Tantos tíos y tías, tantos primos de colores distintos, tantos parientes de apellidos raros hablando en jergas tan diversas nos transmitían al principio más confusión que novedad, hasta que lo entendimos como otro modo de querer"
Su imaginación infinita no tenía límites, soñaba con montar una farmacia en la gran plaza principal, donde el tiempo se detenía y la vida se desbordaba, ofrecer a sus clientes no solo medicinas, sino también esperanza y alegría, siendo el guardián de la salud y la felicidad de la pequeña villa.
Encontró la casa perfecta como la soñada en una esquina encantada, donde las paredes cambiaban de color, las ventanas mostraban paisajes diferentes, los alcaravanes como fantasmas entonaban en las noches, mientras las puertas llevaban a lugares inesperados.
La mañana siguiente a su arribo, encontró a su padre Gabriel sentado en un antiguo taburete en el patio lleno de embrujos disimulados, percibía la voz de los árboles fenomenales que le hacían compañía y susurraban las pajarotas de otras cosechas. Los racimos de mangos enormes fingían formidables árboles de resplandeciente navidad. Para sus nietos, no fue una expresión de cariño de abuelo tacaño el regalo de un delicioso mango para que lo compartieran. No se quejaban ni protestaron, era un mango especial, que solo crecía en el árbol que el abuelo había plantado y que tenía el poder de conceder deseos; cada vez que compartían uno, podían pedir lo que quisieran, generalmente, una travesura.
El primer domingo de la primera semana de inquilino presumido, fue presentado con sus dos hijos a la diestra del altar mayor de la Iglesia de la Natividad, donde descifró con precisión el fascinador universo celestial de las notas de su violín de cuerdas frotadas. Aplomado y diáfano, interpretó como ninguno a Bach y con la destreza de virtuoso a Paganini.
A Sincé se mudaron después de lo explorado por Gabriel Eligio: no sólo con los hijos, sino con la abuela Mina, la tía Mama, ya enferma, y ambas al buen cargo de la tía Pa .
Matricularon a sus hijos en el colegio bilingüe del seminarista tomasino Luis Gabriel Mesa Castillo , donde el nobel aprendió con avidez la lectura y escritura, bebió en la fuente bajo un primitivo escritorio de madera, la recopilación medieval de cuentos orientales y relatos enmarcados: Los Cuentos de las Mil y Una Noche.
Pero la alegría de la primicia duró poco, la tía Mama, ya aniquilada por el padecimiento nunca se había sentido a gusto allí, siempre extrañaba su pueblo, su familia, sus costumbres, sus ojos se iban apagando, como las luces que la cegaban. Su cabello se iba cayendo y tornándose gris como el cemento, Gabriel Eligio concluye que estaba enferma de desarraigo y decide regresar todos a la vieja casa de Cataca, ¡Arriando el Burro con el Sombrero!
No hay peor suerte que no saber leerla, para un errante como Gabriel Eligio que como los Gitanos, también hizo posible a Cien Años de Soledad.
RIFLAZO
María del Pilar Rodríguez – Gabitera revive la argumentación del hijo que desconocía a su padre:
(…) Gabito parece hijo de purina”, dijo hace décadas un buen día Gabriel Eligio García Martínez, para hacerle ver al mundo que parecía que uno de sus hijos hubiera sido criado solo por su madre y la fuerza de hombre se la hubiera dado un concentrado… Una expresión que la historia ha comprobado, no obedece a que Gabriel José García Márquez no quisiera a su padre, sino porque a fuerza de contar tanto quién era su abuelo y su madre, no dejó espacio en su legado para aclarar finalmente quién fue su papá, por lo menos para aquellos que no lo ven claramente retratado en un par de románticos apartes de El amor en los
viernes, 13 de diciembre de 2019
sábado, 11 de marzo de 2017
A JUAN SEVERICHE EL POETA.
(OVIDIO MARTÍNEZ HERAZO)
Un 24 de Junio de 1932 en el hogar de Víctor y Ana Felicia, nace en medio del céfiro orquestal sabanero, aquel niño que en la celsitud de su infancia colorearía magistralmente el celaje que vio crecer la casta de Chinché y que más tarde el San Jorge, el pequeño desierto en miniatura, el duendo cálido que abraza al comején playonero y al canto estuoso del alcaraván, se conmoverían con el canto del aedo criollo que perfumó la Sabana con su prosa enamorada.
Hablar de Severiche Vergara es hablar
del grácil poema de los hombres grandes que sueñan y hacen soñar, hablar de
Severiche Vergara, es adentrarse al paradisiaco y mágico mundo del verso, es
exarar en el fatum de cada hombre la realeza de su canto, es descubrir la
fantasía que lleva el mirlo en su trino, es aspirar el olor a sabana fresca, a
rio, a playón a hierba…. a ganado.
Que grande es Sincé, tierra de un
vientre fructífero que amamantó en su seno a Mejía Navarro, a Gamarra Romero, aIriarte Navarro, A Madera Castro, y a otros que al igual que Juan vieron
frutecer linajes inconmensurables que atravesaron fronteras llevando allende
creaciones que salían de las fuentes Hipocrena situadas en los entornos
ingénitos custodiados por ancestros que impregnaron sobre un pentagrama la
grandeza musical de nuestro pueblo.
Gracias Juan, gracias poeta, gracias
Maestro, gracias y mil gracias por perfumar la Sabana con tu canto, por
hacernos soñar y vibrar con cada una de tus creaciones las cuales vinieron a
ratificar tu grandeza y la grandeza de tu tierra que a pesar de su olvido y su
indiferencia tu la amas como a nadie.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Entrada de la Imagen de la Niña María - Sincé, Sucre, Colombia 2013.
Esta solemne procesión en honor a la Virgen del Perpetuo
Socorro 2013, ha sido el más dulce bálsamo para el alma sinceana. #FiestaEnMiPueblo
domingo, 8 de septiembre de 2013
Festividades solemnes en honor a la Virgen del Perpetuo Socorro, septiembre 8 de 2013.
Incuestionable, el pueblo de Sincé conserva y
transmite un amor sagrado a la Virgen María., bajo la advocación de la Virgen
del Perpetuo Socorro.
¡Santísima
Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del
Perpetuo Socorro! Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en
mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las
miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh
amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque
estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme.
Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un
hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final.
Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.
¡Oh Madre
del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.
#FiestaEnMiPueblo
lunes, 22 de julio de 2013
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