Las prodigiosas manos del sincianísimo Adolfo Mejía, se deslizaban apaciblemente por los arpegios de su inmortal música, en ese sentido homenaje que hace a su entrañable amigo AGUSTIN (Pincho) DE LA ESPRIELLA, dejando en el deleite de un pentagrama de movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies.
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