miércoles, 4 de septiembre de 2024

MAZAMORREROS

El viento de Sincé arrastra susurros de otros tiempos, donde la mazamorra no era solo un desayuno, sino un ritual que teñía las mañanas de un amarillo cremoso y dulce. Cuentan los abuelos que la mazamorra, mezcla de leche, maíz y panela, era más que una bebida: era un conjuro cotidiano que amansaba el sol y despertaba la vida. Por eso, los sinceanos fueron bautizados como “mazamorreros”, hijos de ese brebaje espeso que endulzaba sus días. En aquel Sincé de antaño, medir el tiempo era cosa de otros mundos, y los relojes eran meros adornos olvidados en las paredes de bahareque. La vida no se regía por minutos ni horas; se deslizaba suave, como la mazamorra en los labios, dividida entre el antes y el después de cada sorbo. Era una tierra donde los días no se contaban, se saboreaban, y cada amanecer traía consigo el eco del primer maíz molido, un preludio a la danza perpetua de lo simple y lo eterno.

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