domingo, 8 de septiembre de 2024

Virgen del Perpetuo Socorro, Sincé te invoca siempre

En un septiembre indómito, cuando el siglo XIX aún balbuceaba sus primeros años, Sincé se encontraba en el umbral de la desdicha. Una horda de facinerosos, como sombras errantes en busca de caos, se aproximaba con la voracidad de un temporal. Pero la comunidad, que había tejido sus sueños y esperanzas en un tapiz de fe, decidió encomendarse a la protección de la Virgen María, cuya presencia era tan antigua como el propio corazón del pueblo. Era el aniversario del nacimiento de la Virgen, un día en el que el cielo parecía tener más estrellas de lo habitual, como si la misma María desplegara un manto de luz sobre el mundo. La noche anterior, un halo de esperanza se deslizó en los corazones de los habitantes de Sincé, que hicieron promesas a la Virgen con fervor y devoción. La presencia de María, como un susurro divino, se sintió en el aire, tan tangible como la brisa suave que acariciaba los campos. La leyenda cuenta que en aquella mañana de septiembre, cuando los facinerosos estaban a punto de lanzar el asalto, algo extraordinario sucedió. Los colores del amanecer se fundieron en un espectáculo surrealista, pintando el cielo con tonos nunca antes vistos. Nubes de un rojo intenso y dorado surgieron como pinceladas de un artista celestial, creando una visión tan poderosa que la horda, deslumbrada y confundida, se detuvo en seco. Se dice que los forajidos comenzaron a ver en el horizonte figuras etéreas, rodeadas por un aura de luz que parecía imitar las formas de ángeles y vírgenes. Los colores se volvieron tan vivos que la realidad y la fantasía se confundieron en un hechizo colectivo. Los hombres, perplejos y aterrorizados, comenzaron a abandonar sus armas, abandonando la invasión con una prisa inusitada, como si fueran fantasmas espantados por una aparición sagrada. Desde entonces, el suceso fue conocido como la Leyenda de Los Colorados, un relato que mezcla lo inexplicable con lo sublime. Los colores del amanecer de ese día quedaron grabados en la memoria del pueblo, y la devoción a la Virgen María se convirtió en una tradición tan vivida y palpable como la misma vida en Sincé. Cada septiembre, al conmemorar su nacimiento, los habitantes siguen agradeciendo a la Virgen por el milagro de aquella mañana, cuando la fe transformó la realidad en un lienzo de esperanza y milagro.

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